Instituto Ecuatoriano de Economía Política

Una sola pregunta

18/09/2017
Alfonso Reece Dousdebés

La consulta popular, a la que se debe convocar si se quiere en serio desmontar el establecimiento correísta, debe tener en esencia una sola pregunta: “Está usted de acuerdo con que se convoque a una asamblea nacional constituyente con plenos poderes para dictar una nueva Constitución y realizar todas las reformas legales…, etcétera”. Lo ideal habría sido ir directamente a la reforma constitucional, pero eso no se puede de acuerdo con la Constitución vigente, pues en su obsesión con un “reich que dure mil años”, lo hijos del padre cargaron a la carta de Montecristi con una serie de candados que dificultan en extremo una reforma seria. Entonces no hay alternativa…

El plan del correísmo fue instaurar un Estado totalitario, esto lo llevó a intervenir en todos los campos pensables de la vida nacional. No hubo ámbito en el que el gobierno de la RC no meta sus manos… y sobre todo sus uñas, como se sabe con mayor certeza cada día. La cantidad de reformas requeridas es tan grande que habría que consultar al pueblo sobre unos quinientos temas, por lo menos, lo que resulta físicamente imposible. Muchos de esos cambios no deberían pasar por el demoroso trámite del referéndum, sino ser introducidos por simples actos legislativos, pero como serían bloqueados en la Asamblea Nacional por la mayoría de incondicionales del caudillo, no queda otra salida. Entonces, para evitar semejante enredijo, la posibilidad de una constituyente es la mejor o, más probablemente, la única opción. He afirmado tajantemente que la consulta debería consistir en una sola pregunta, simplemente para destacar la importancia abrumadora que tendría, con lo que no quiero decir necesariamente que no se incluyan otras interrogaciones, pocas, sobre temas urgentes, para que la Asamblea se vea en la obligación de resolverlas con brevedad. Pero serían un añadido, algo de menor cuantía frente a la magnitud de lo central.

El cometido principal de la nueva asamblea constituyente será, por supuesto, sepultar bien hondo el mamotreto de Montecristi, la peor de las muchas leyes fundamentales que ha tenido el país. Siempre pensé que era una muestra de subdesarrollo político la interminable serie de constituciones que han regido en el Ecuador pero, por desgracia, nos vemos forzados a añadir otra más a la nefanda lista, es el mal menor, la alternativa es seguir bajo los efectos de la montaña de dislates que se aprobaron en 2008. Tenemos una Constitución cuya estructura intrínseca no es republicana, ya que fue diseñada para perpetuar el gobierno de un caudillo y de su camarilla política. Tal propósito fue ya aprobado en los primeros meses de la convención de 2007, se reforzó tras la intervención ilegal de los asesores españoles, se mantuvo en la redacción final y se acentuó en las reformas introducidas mañosamente a cuenta de “enmiendas”. Aprobada la consulta, propongo que la nueva Constitución se elabore en la ciudad de Riobamba, como lo fue la primera, con esperanza de que sea la última y definitiva. Sería una bella manera de decir “empecemos de nuevo”.

*Este artículo fue publicado originalmente en El Universo.

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