Instituto Ecuatoriano de Economía Política

El gesto de Maduro

14/07/2017
José Javier Villamarín


Gestos fallidos

Una grave crisis se precipitó en el verano de 1938 luego de las insistentes presiones de Hitler sobre el territorio de los Sudetes perteneciente Checoslovaquia. Arthur Chamberlain, a la sazón Primer Ministro del Reino Unido, se entrevistó con el Führer, procurando garantizar una salida pacífica a la situación. El propósito era evitar una nueva guerra, pese a poner en riesgo la estabilidad de Checoslovaquia. Fue en la Conferencia de Munich de 30 de septiembre de 1938, en donde se aprobó y firmó la adhesión de este territorio a Alemania.

Chamberlain y  Hitler  firmaron un acuerdo en el que suscribían su deseo de garantizar la paz mediante el diálogo y la consulta previa. Chamberlain fue recibido en Londres por multitudes. Era el héroe que traía ‘la paz con honor̓. Empero, la realidad fue otra. La  ̔política de apaciguamiento’ de Chamberlain, conoció su contracara en marzo de 1939, con la invasión de Hitler a lo poco que quedó del estado checoslovaco. Los acuerdos de Munich fueron el símbolo de la ineficacia de cualquier esfuerzo por contener la ambición expansionista de un trastornado y ̔su lucha’.

Desde el inicio de la última guerra de los Balcanes nadie supuso lo complejo que sería tratar el conflicto en Kosovo. Se estableció un  ‘Grupo de Contacto’, para pasar a la acción de inmediato y poner fin a la matanza e invitar las partes en conflicto al diálogo político.

Todos sabemos cómo terminó este episodio. La crueldad mereció una categórica respuesta internacional y en 2001 Milosevic compareció ante el Tribunal Internacional de La Haya convirtiéndose en el primer jefe de Estado en ser juzgado por la justicia internacional, que le imputó más de sesenta cargos de genocidio, crímenes de lesa humanidad y de guerra.

Es conocido el distanciamiento entre Bruselas y La Habana originado en junio de 2003. Éste se produjo luego de que la Unión Europea aprobara una serie de sanciones políticas en respuesta a las condenas de 75 disidentes en la isla. En octubre de 2004, Jorge Moragas, Secretario de Relaciones Internacionales del Partido Popular Europeo (PPE) ratificaba que para reiniciar el diálogo, el ‘primer gesto’ debía venir de La Habana: ̔El primer gesto corresponde siempre a aquel que ha producido la violación. No confundamos verdugos con víctimas’, dijo; y subrayó que éste debía consistir en la liberación ‘inmediata e incondicional’ de todos los presos políticos y de conciencia. Hizo estas declaraciones luego de que las autoridades cubanas le negaran a él y a su par holandesa Kathellen Ferrier la entrada a este país. El PPE no reparó en condenar este hecho y el ‘diálogo inútil con un dictador’, que murió –agrego- sin darse la oportunidad de demostrar lo contrario.

Gesto exitoso

La Unión Soviética luego de ser una pieza sólida en la historia universal experimenta un dramático descenso entre 1985 y 1991. Su protagonista fue Mijaíl Gorbachov, su último presidente. La Perestroika (reestructuración) y la Glasnost (transparencia) eran los cimientos de su estrategia de cambio. El líder soviético aprobó la liberación de los presos de conciencia y rehabilitó a las víctimas de las purgas de Stalin. Permitió la formación de partidos políticos y  descongeló las relaciones con los Estados Unidos. Estos gestos democráticos y su contribución al entendimiento entre Este y Oeste a través de la negociación y el diálogo le significaron obtener, en 1990, Premio Nobel de la Paz.

El gesto de Maduro; de vuelta con Sísifo

A 100 días de protestas contra el régimen, Maduro ‘concede’ al líder opositor Leopoldo López casa por cárcel. Y digo Maduro, porque la independencia judicial, desde hace mucho, constituye una mera expectativa en Venezuela.

La decisión tomada por la Sala Penal del Tribunal Supremo de Justicia de excarcelación por motivos humanitarios no sorprende. Es un ‘gesto’ con el que el régimen pretende lavar su rostro frente a la opinión mundial, aplicar paños de agua tibia a una crisis interna que arde, y principalmente, liberar resistencias frente al llamado a elecciones el 30 de julio próximo para elegir a los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente.

Si lo que Maduro quiere es un diálogo que deje poso, debería liberar a Leopoldo López y a los más de 400 presos políticos; deponer la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente; llamar a elecciones libres y democráticas; y reconocer las funciones de la Asamblea Nacional.  Hacer lo contrario, o lo mismo de siempre, significará –al igual que Sísifo- seguir empujando, cuesta arriba, por la misma montaña, la misma piedra, que antes de llegar a la cima, vuelve a la sima, repitiéndose, una y otra vez, la traumática vivencia.

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