Instituto Ecuatoriano de Economía Política

La bondad de la iniciativa privada (y su vital ayuda durante la emergencia del terremoto en Ecuador)

01/11/2016

Por: Milica Pandzic

A principios del año 2016, reinaba la incertidumbre en Ecuador. Los estragos de la crisis económica se comenzaban a sentir. El sector privado progresivamente se contraía y el desempleo iba en aumento. Ya se vivían tiempos difíciles cuando un devastador terremoto de 7.8 grados de magnitud afectó la costa norte del país. Una catástrofe natural que cobró la vida de 671 personas, dejó sin hogar a más de 30,000 y significó 3 mil millones de dólares en daños.

Estas cifras las sabemos ahora, seis meses después del terremoto del 16 de Abril. No obstante, esa noche era difícil saber lo que había ocurrido. En la ciudad de Guayaquil (a 6 horas en auto del epicentro) se sintió el fuerte sismo. Luego de encontrar un lugar seguro, la gente trató de comunicarse con sus seres queridos. Nadie podía. Las líneas telefónicas y de celular estaban caídas, y en muchos casos, la electricidad también.

Sin embargo, empezamos a recibir información de una fuente vital: las redes sociales. No sólo fue la única forma de comunicación durante ese momento, sino que, en general, fue la ciudadanía la que por medio de WhatsApp, Facebook y Twitter narraban lo ocurrido y daban luces sobre la confusa situación durante las primeras horas críticas.

Luego, no sólo fue información sino organización. La misma noche empezaron a circular tweets para donar, armar brigadas y llegar al lugar de la tragedia. Nuevamente, fueron ciudadanos de a pie quienes tomaron la iniciativa de ayudar –incluso antes que el mismo gobierno pudiera organizarse. Una de esas personas fue Karla Morales, activista de derechos humanos, que con solo un tweet, pudo llenar 28 camiones de donaciones, los cuales partieron desde su casa la mañana siguiente del terremoto.

Fue en esa mañana, ya con la luz del día, cuando los ecuatorianos al fin pudimos dimensionar la magnitud de la tragedia. Las imágenes de las ciudades más afectadas eran por decir lo menos, desconsoladoras y, sin duda, difíciles de olvidar. No obstante, a la par comenzaron a llegar otras imágenes que eran tal vez igual de impactantes, pero totalmente esperanzadoras y las que considero que debemos mantener en nuestra memoria.

La sociedad civil, como nunca antes la habíamos visto en el país, empezó a organizarse espontáneamente para ayudar. Las perchas de los supermercados empezaron a vaciarse, como si la crisis económica hubiera desaparecido temporalmente. Decenas de centros de acopio se levantaron en casi todas las ciudades, y miles de voluntarios llegaban todos los días, todo el día incluso, para clasificar donaciones y llenar los camiones. Los centros de acopio más grandes tuvieron que informar por varias ocasiones que ya no tenían espacio para más voluntarios ni donaciones. Parecía que no existía ningún ecuatoriano que no estuviera contribuyendo con su tiempo, con sus donaciones, o ambos, durante las semanas posteriores al terremoto. Fue una verdadera avalancha de solidaridad.

Esta solidaridad también vino de parte de las empresas, incluso en tan mal momento para la economía del país. La operadoras de telefonía celular otorgaron a sus usuarios mensajes de texto gratuitos a nivel nacional y minutos de llamada para las provincias afectadas. Coca-Cola decidió suspender toda su inversión en publicidad y convirtió las lonas de sus vallas publicitarias en refugios para los damnificados. Corporación La Favorita donó más de 4 millones de dólares para la emergencia y para la creación de un fondo de reactivación económica. Las aerolíneas, como Avianca o Lan Ecuador, pusieron a su disposición sus aviones para movilizar a médicos y rescatistas. Y no solo las grandes corporaciones, pero medianas y pequeñas empresas también ofrecieron su ayuda (y con orgullo puedo decir que sería una dura tarea mencionarlas a todas).

La mayoría del tiempo, el discurso político acusa a la iniciativa privada de egoísta y codiciosa, y los ecuatorianos que hemos vivido bajo un gobierno socialista durante los últimos 9 años hemos escuchado ese discurso más de la cuenta. Y sin embargo, bastó una semana para que la sociedad civil desmintiera todo lo que se había dicho de ella con acciones, donaciones, empatía y solidaridad. Esta tragedia sacó lo mejor de la iniciativa privada. Desafortunadamente, no se puede decir lo mismo del gobierno.  

La respuesta del gobierno fue subir los impuestos (incluyendo un aumento del 12% al 14% del Impuesto al Valor Agregado) y expropiar por la fuerza de la ley un día de salario de los trabajadores. Medidas que sólo han perjudicado la economía y disminuyeron las contribuciones voluntarias (sin contar además que el dinero recaudado con estas medidas para supuestamente mitigar las consecuencias del terremoto fue realmente destinado a darle liquidez al endeudado sector público). “La solidaridad es voluntaria, decretarla es aniquilarla” decía Frédéric Bastiat y nunca estas palabras habían tenido tanto sentido para los ecuatorianos como en estos últimos seis meses.  

Actualmente y a pesar de las medidas del gobierno, la iniciativa privada sigue prestando su ayuda, enfocándose en la reconstrucción y reactivación de las zonas afectadas, construyendo casas y escuelas, entregando viviendas de emergencia, levantando centros médicos, centros de ayuda psicológica, centros para niños, entre otros.

Si bien es claro que las consecuencias del terremoto hubieran sido mayores sin la ayuda privada, es casi imposible cuantificarla. Tal vez no podamos saber cuántas vidas se salvaron gracias a la sociedad civil, cuántas recibieron su ayuda o incluso a cuántas personas le devolvió la esperanza la bondad de la iniciativa privada. Sin embargo, son estos héroes anónimos (y no tan anónimos) que trabajaron y trabajan para reconstruir el país, la prueba viviente que la solidaridad sólo es tal si es voluntaria y que esta solidaridad espontánea no sólo existe, sino que llega a ser tan abrumadora que se impone, tanto en el plano de eficiencia como en el plano moral, a cualquier acción planificada del gobierno.

Autor Milica Pandzic

Abogada por la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, especializada en Derecho Corporativo, Mercado de Valores y AML Compliance. Mención en Ciencias Sociales y Humanidades por el Institut d’Études Politiques de Paris (Sciences Po), Francia. Ex-Presidenta de Estudiantes por la Libertad en América Latina y Directora del Movimiento Libertario en Guayaquil, Ecuador. 

Además del ejercicio de la abogacía, se ha desempeñado como editora de contenido de varios portales y fue editora del libro “10 lecciones de Economía (que los gobiernos quisieran ocultarle)”. Escribe sobre derecho, política, cultura y arte, y sus columnas se han publicado en varios diarios y portales latinoamericanos.  

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